jueves, 3 de junio de 2010

TONG, SOCIEDAD SECRETA

Los mandarines obtenían su poder de la ley; el pueblo, de las sociedades secretas. (Proverbio Chino)

El Tong

El invierno pasado leí un libro sobre los Tongs Chinos (Primitive RevoIutionaries of China: A Study of Secret Societies in the Late Nineteenth Century , Fei-Ling Davis; Honolulú, 1971-77): —¡quizá el primero nunca escrito por alguien que no era un agente del Servicio Secreto británico!— (de hecho, ella era una socialista China que murió joven —éste fue su único libro) —y por primera vez me di cuenta de por qué me ha atraído siempre el Tong; no sólo por el romanticismo, la elegante decoración decadente chinesca, como así era, pero también por la forma, la estructura, la propia esencia de la cosa. Algún tiempo después en una excelente entrevista con William Burroughs en la revista Homocore descubrí que él también había acabado fascinado con los Tongs y que sugería esta forma como un perfecto modo de organización para los maricas , particularmente en esta era presente de histeria y moralismo mierdosos. Estoy de acuerdo, y extendería la recomendación a todos los grupos marginales, especialmente aquellos cuyo disfrute implica ilegalismo (fumetas, heréticos del sexo, insurreccionalistas) o excentricidad extrema (nudistas, paganos, artistas de post-vanguardia, etc., etc.). Un Tong puede quizás ser definido como una sociedad de beneficio mutuo para gente con un interés común que es ilegal o peligrosamente marginal —de ahí el necesario secreto. Muchos Tongs Chinos se movían alrededor del contrabando y la evasión de impuestos, o el autocontrol clandestino de ciertos oficios (en oposición al control del Estado), o finalidades políticas insurreccionales o religiosas (el derrocamiento de los Manchúes, por ejemplo —varios Tongs colaboraron con los anarquistas en la Revolución de 1911). Una finalidad común de los Tongs era recoger e invertir las cuotas de pertenencia e iniciación en fondos de seguros para los indigentes, los parados, las viudas y huérfanos de los miembros fallecidos, gastos de funerales, etc. En una era como la nuestra en la que los pobres están atrapados entre el canceroso Escila de la industria aseguradora y el rápidamente desapareciente Caribdis de los servicios del bienestar y la salud pública, este fin de la Sociedad Secreta bien podría recuperar su atractivo. (Las logias masónicas estaban organizadas sobre esta base, igual que los primeros sindicatos ilegales y las "órdenes caballerescas" para trabajadores y artesanos.) Otro fin universal de estas sociedades era por supuesto la convivialidad , especialmente los banquetes pero incluso este pasatiempo aparentemente inocuo puede adquirir implicaciones insurreccionales. En las varias revoluciones francesas, por ejemplo, los clubes gastronómicos asumieron frecuentemente el papel de organizaciones radicales cuando todas las demás formas de reunión pública estaban prohibidas. Recientemente hablé sobre los Tongs con "P.M.," autor de bolo’bolo (Serie Agentes Extranjeros de Semiotext(e)). Yo argumentaba que las sociedades secretas son nuevamente una posibilidad para los grupos que buscan autonomía y realización individual. El no estaba de acuerdo, pero no (como yo esperaba) por las connotaciones "elitistas" del secretismo. El creía que tales formas organizativas funcionan mejor en grupos sólidamente ligados, con fuertes lazos económicos, étnico/regionales o religiosos —condiciones que no existen (o existen sólo embriónicamente) en la escena marginal de hoy. El proponía en cambio el establecimiento de centros de barrio multifuncionales, con los gastos compartidos por varios grupos de intereses específicos y empresas de pequeña escala (artesanos, cafés, espacios para actuaciones, etc.). Este tipo de grandes centros requeriría estatus oficial (reconocimiento por el Estado), pero obviamente se convertirían en focos para toda clase de actividades no oficiales —mercados negros, organización temporal para la "protesta" o la acción insurreccional, "ocio" incontrolado y convivialidad no monitorizada, etc. En respuesta a la crítica de "P.M." no he abandonado sino más bien modificado mi concepto de lo que podría ser un Tong moderno. La estructura intensamente jerárquica del tong tradicional obviamente no funcionaría, aunque algunas de las formas podrían ser mantenidas y usadas del mismo modo que los títulos y honores son usados en nuestras "religiones libres" (o religiones "raras", religiones "de broma", cultos anarco-neo-paganos, etc.). La organización no jerárquica nos atrae, pero también el ritual, el incienso, la placentera ampulosidad de las órdenes ocultas —podrías llamarlo "Estética del Tong"— así que ¿por qué no podríamos también tener nuestro pastel y comérnoslo? —(especialmente si es majoun Marroquí o baba au absinthe— ¡algo un poco prohibido!). Entre otras cosas, el Tong debería ser una obra de arte. La estricta regla tradicional del secreto también necesita de modificación. Hoy día cualquier cosa que evite la idiota mirada de la publicidad es ya virtualmente secreta. La mayoría de la gente moderna parece incapaz de creer en la realidad de algo que nunca ven en televisión por tanto escapar de ser televisualizado es ser ya casi-invisible. Más aún, lo que es visto a través de la mediación de los medios se vuelve en cierto modo irreal, y pierde su poder (no voy a molestarme en defender esta tesis sino que simplemente referiré al lector a una línea de pensamiento que lleva de Nietzsche a Benjamín a Bataille a Barthes a Foucault a Baudrillard). Por contraste, quizá aquello que es no visto retiene su realidad, su enraizamiento en la vida cotidiana y por tanto en la posibilidad de lo maravilloso. Así que el moderno Tong no puede ser elitista —pero no hay razón para que no sea selectivo. Muchas organizaciones no autoritarias se han fundado en el dudoso principio de la militancia abierta, lo que frecuentemente lleva a una preponderancia de gilipollas, patanes, aguafiestas, neuróticos quejumbrosos y agentes de policía. Si un Tong se organiza alrededor de un interés específico (especialmente un interés ilegal o arriesgado o marginal) ciertamente tiene el derecho de componerse de acuerdo con el principio del "grupo de afinidad". Si el secreto significa (a) evitar la publicidad y (b) vetar a posibles miembros, la "sociedad secreta" apenas puede ser acusada de violar los principios anarquistas. De hecho, tales sociedades tienen una historia larga y honorable en el movimiento antiautoritario, desde el sueño de Proudhon de reanimar la Santa Vehm como una especie de "Justicia del Pueblo", a los varios proyectos de Bakunin, a los "Errantes" de Durruti. No deberíamos permitir que los historiadores marxistas nos convenzan de que tales recursos son "primitivos" y han sido por tanto dejados atrás por la "Historia". Que la "Historia" es un absoluto es como mínimo una premisa dudosa. No estamos interesados en un retorno a lo primitivo, sino en un retorno DE lo primitivo, puesto que lo primitivo es lo "reprimido". En los viejos días las sociedades secretas aparecían en tiempos y lugares prohibidos por el Estado, esto es, donde y cuando la gente es mantenida aislada por la ley. En nuestros tiempos la gente usualmente no es aislada por la ley sino por la mediación y la alienación (ver el capítulo 1, "Inmediatismo"). El secreto por tanto se vuelve una evitación de la mediación, mientras la convivialidad pasa de objetivo secundario a objetivo primario de la "sociedad secreta". Simplemente encontrarse cara a cara es ya una acción contra la fuerzas que nos oprimen con el aislamiento, con la soledad, con el trance de los medios. En una sociedad que impone una esquizoide separación entre Trabajo y Ocio, todos hemos experimentado la trivialización de nuestro "tiempo libre", tiempo que no está organizado ni como trabajo ni como ocio. ("Vacación" significó una vez tiempo "vacío" ahora significa tiempo que es organizado y llenado por la industria del ocio.) La finalidad "secreta" de la convivialidad en la sociedad secreta se convierte entonces en la auto-estructuración y auto-valoración del tiempo libre. La mayoría de las fiestas están dedicadas sólo a la música alta y a demasiada priva, no porque las disfrutemos sino porque el Imperio del Trabajo nos ha imbuido del sentimiento de que el tiempo vacío es tiempo perdido. La idea de dedicar una fiesta a, digamos, hacer una colcha o cantar juntos madrigales, parece desesperadamente desfasada. Pero el Tong moderno encontrará a la vez necesario y disfrutable recuperar el tiempo libre del mundo de la mercancía y dedicarlo a la creación compartida, a jugar . Conozco varias sociedades ya organizadas según estas líneas, pero ciertamente no voy a cargarme su secreto discutiéndolas en letra impresa. Hay alguna gente que no necesita quince segundos en el Telediario de la noche para dar validez a su existencia. Desde luego, la prensa y radio marginales (los únicos medios en que aparecerá este sermoncillo) son de todos modos prácticamente invisibles —ciertamente todavía bastante opacas a la mirada del Control. Con todo, he aquí el principio del asunto: los secretos deberían ser respetados. ¡No todo el mundo necesita saberlo todo! De lo que más carece —y más necesita el siglo XX— es de tacto. Deseamos reemplazar la epistemología democrática con "epistemología dadá" (Feyerabend). O estás en el bus o no estás en el bus. Algunos llamarán a esto una actitud elitista, pero no lo es —al menos no en el sentido que C. Wright Mills da a la palabra: esto es, un pequeño grupo que ejercita poder sobre los no-miembros para su propio engrandecimiento. El Inmediatismo no tiene que ver con relaciones de poder; —no desea ser gobernado ni gobernar. El Tong contemporáneo, por tanto, no halla placer en la degeneración de las instituciones en conspiraciones. Quiere poder para sus propios objetivos de mutualidad. Es una asociación libre de individuos que se han elegido mutuamente como los sujetos de la generosidad del grupo, su "expresividad" (por usar un término sufí). Si esto resulta ser algún tipo de "elitismo", entonces que así sea. Si el Inmediatismo empieza con grupos de amigos intentando no sólo superar el alistamiento sino también mejorarse mutuamente sus vidas, pronto querrá tomar una forma mas compleja: núcleos de aliados mutuamente elegidos, trabajando (jugando) para ocupar más y más tiempo fuera de todo control y estructura mediada. Entonces querrá convertirse en una red horizontal de tales grupos autónomos; después, en una ’’tendencia’’; luego, en un ’’movimiento’’; y entonces, en una red cinética de "zonas temporalmente autónomas". Finalmente se afanará para convertirse en el núcleo de la nueva sociedad, dándose a luz a si misma dentro de la corrompida cáscara de la antigua. Para todos estos propósitos la sociedad secreta promete proporcionar un útil marco de clandestinidad protectora —un manto de invisibilidad que tendrá que dejarse caer sólo en el caso de una confrontación final con la Babilonia de la Mediación... ¡Preparáos para las Guerras del Tong!

Publicado originalmente en Red de Solidaridades Rebeldes