sábado, 20 de febrero de 2010

Matando a Cerbero, guardián de Hades. El Mito





Matando a Cerbero, guardián de Hades. El Mito


El mito nos cuenta que Hércules se presenta ante su Maestro, que le va encomendando los trabajos que ha de afrontar en cada fase o signo astrológico, el trabajo que ha de resolver en esta ocasión es matar o domeñar a Cerbero, guardián del Hades, para así liberar a Prometeo, desarrollándose así el encuentro con el Maestro:
“La luz de la vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad” declaró el Gran Presidente. El Maestro comprendió.

“El hijo del hombre que es también el hijo de Dios debe pasar a través del décimo Portal”, dijo. “En esta misma hora Hércules se arriesgará”.

Cuando Hércules estuvo frente a frente con el que era su guía, éste habló:

“Mil peligros has desafiado, ¡Oh, Hércules!”, dijo el Maestro, “y mucho se la logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una víctima de enorme y persistente sufrimiento?”

El Maestro tocó suavemente la frente a Hércules. Ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban, amarradas a anillos de hierro. Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima; por consiguiente, un escurridizo chorro de sangre manaba de su costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda; pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento. La visión desapareció. Hércules permanecía, como antes, al lado de su guía.

“El encadenado que has visto se llama Prometeo” dijo el Maestro. “Por años ha sufrido así y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo; por esto ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como Infierno, el dominio de Hades. Se te pide, ¡Oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento”.

Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda, y pasó a través del décimo Portal.

Hacia abajo, siempre hacia abajo, viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo su voluntad era firme. El empinado descenso continuó durante mucho tiempo. Solo, pero no completamente a solas, erró allí, pues cuando buscó dentro, oyó la voz plateada de la diosa de la sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes.

Finalmente llegó a ese oscuro, envenenado río llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un óbolo o centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra asustó a Caronte, quien olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.

Hércules había entrado por fin al Hades, una oscura y brumosa región donde las sombras, o mejor dicho, los cascarones de los muertos, se desliza¬ban por ahí.

Cuando Hércules percibió a la Medusa, su cabello entrelazado con serpientes silbantes, tomó su espada y se la arrojó, pero no hirió nada salvo al aire vacío.

A través de senderos laberínticos siguió su camino hasta que llegó a la sala del rey que gobernaba el mundo subterráneo, el Hades. Este, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.

“¿Qué buscas tú, un mortal viviente, en mis dominios?”, preguntó Hades. Hércules dijo: “Busco liberar a Prometeo”.

“El camino está vigilado por el monstruo Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. “Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que nadie aún ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo”.


Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia frenética, el monstruo se sacudió. Finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó.

Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió rápidamente sus cadenas, y liberó a la víctima. Desandando sus pasos, Hércules regresó como había venido. Cuando alcanzó una vez más el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.

“La luz brilla ahora dentro del mundo de oscuridad”, dijo el Maestro. “El trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío”. Hijo de Equidna y Tifón, Cerbero era el guardián del reino de los muertos. Homero le llama “el terrible perro del Hades” y la descripción mas frecuente que se hace de él, es que poseía tres cabezas, una cola de serpiente y en su lomo, fieramente erguidas, muchas cabezas de serpiente”.

La alegoría de Prometeo simboliza la innovación, el rescate de lo justo y verdadero, a costa del sacrificio y el sufrimiento. La decadencia a la que estaba sometida indebidamente la representación de lo sagrado, provocó la aparición de un Maestro dotado de un nuevo vigor, de naturaleza incorruptible, que surge para revitalizar la llama del proceso histórico. La ruptura en relación con lo establecido, no solo dogmática sino también práctica, es consecuencia inevitable del abuso, de la falta de autoridad, de la prepotencia y del “Egoísmo” del poder político y religioso instituido.

Es por ello que cuando aparece una corriente renovadora, que intenta devolver al hombre a la realidad, apartándolo de la ilusión de sus sentidos y mediante la restitución del amor, la fraternidad, la libertad y la igualdad, evidentemente habrá de chocar con la autoridad, y el poder instituido, deseoso de mantener las cosas tal como están, pues es en el desorden y en el caos en donde cobran fortaleza los poderosos, ante esos seres dormidos y olvidados de su propia naturaleza y esencia.

Prometeo simboliza esa luz que, bajando a la tierra, intenta iluminar a los hombres, apartándolos de la oscuridad, símbolo de la dualidad, intentando con ello devolverles al camino de la evolución. Y es así que el sufrimiento de 30 siglos representa ese sacrificio del iniciado, a lo largo de la historia en el ejercicio difícil de librar a los hombres de la ilusión.

Y el fuego, que es un símbolo sagrado, y que dependiendo de cómo se utiliza puede iluminar o quemar, representa la luz que ilumina a los que actúan de acuerdo a su conciencia. Pero a la vez no es así para el curioso y para el inconsciente, para los cuales el fuego se torna en llamas del infierno. Por tanto este elemento, el fuego, es también el inicio de la evolución humana, y así fue el elemento determinante para el salto de una estructura primitiva a otra más evolucionada, estructurada, sociabilizada y civilizada.

Los Caballos de Diómedes: -Este primer trabajo consistía en capturar una manada de caballos salvajes que Diómedes, hijo de Marte y rey de Tracia, criaba para la destrucción y la guerra. Estos animales echaban fuego por las fosas nasales y se alimentaban con los cuerpos de los extranjeros que las tormentas arrojaban, a las costas de su reino. Siempre estaban sujetas con pesadas cadenas a sus pesebres de bronce. Hércules para este trabajo, llamó a su amigo Abderis para que lo ayudase. Tan pronto descubren los establos, matan a los criados y ponen a Diómedes en el comedero, donde es devorado por sus propios caballos. Tan grande fue su triunfo, que consideró indigno llevarlos él, por lo que encargó a su amigo la tarea. Abderis que era débil y temía la tarea, no pudo con la manada y fue asesinado por los caballos. Hércules desolado volvió a realizar el trabajo y lo terminó, llevándolas en presencia de Euristeo.

-Este primer trabajo de Hércules, está conectado con el primer signo del zodíaco: Aries.
Se considera a Aries como el signo del comienzo, de la creación. El comienzo del ciclo evolutivo del ser humano. El inicio de una nueva fase de desarrollo. Hércules emprende su primer trabajo sin comprender bien la magnitud de la tarea y sin estar preparado. Su impulsividad lo lleva a fracasar en un primer momento, al encomendarle la tarea a su amigo Abderis. Su falta de experiencia y su ímpetu por triunfar lo llevan a rehacer el trabajo hasta que el triunfo sigue a sus esfuerzos. Aries rige la cabeza, es el signo del pensador. Los caballos representan los pensamientos equivocados y las ideas erróneas. El reto consiste en comprender que la fuerza sólo es útil si se controla la mente con sabiduría.


Publicado originalmente en La Puerta Al Inframundo.

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