martes, 1 de noviembre de 2011

Entrevista con China Mieville




El último año fue significativo para China Miéville. The City and the City le ganó el Arthur C Clarke Award, el más importante premio de la ciencia ficción, por una tercera vez sin precedentes y también obtuvo aplauso de la crítica general. Publicó Kraken y su nueva novela, Embassytown, estaba en preparación. Marcó el año con un tatuaje en todo el brazo de un “calaverulpo” (skulltopus), una sonriente calavera envuelta en vibrantes tentáculos, una imagen creada como homenaje a las diferentes tradiciones de lo extraño y lo fantástico de las que brota su imaginación.
Miéville siempre ha exhibido sus influencias en su manga –Lovecraft, Peake, la ciencia ficción clásica y de nueva ola, la fantasia, los comics y los juegos de rol Dungeons and Dragons que jugaba cuando niño–, pero desde el comienzo sus libros combinaron este amor por el género, geeky (de fan) en su entusiasmo y académico en su profundidad, con una ambiciosa sensibilidad literaria. Embassytown, publicada este mes, lleva esa ambición a un nuevo nivel. Investigación sobre el shock cultural y los lazos entre lenguaje y pensamiento, es la historia de un planeta retrasado colonizado por humanos, cuyos intentos por comunicarse con los extraterrestres “Hosts”, que no poseen la idea de mentir, resultan muy mal. Pero mientras las implicaciones metafísicas de criaturas para las cuales no hay diferencia entre una palabra y su referente remiten a la filosofía lingüística de la posguerra, Wittgenstein y más allá, la idea original era la de un extraterrestre de dos voces y llegó a Miéville cuando tenía 11 años. “Tengo una increíble fidelidad a mis obsesiones, una forma mejorada de decir una negación a madurar”, dice. “Recientemente encontré un libro de ejercicios en el que escribí un esbozo inicial de lo sería Embassytown un cuarto de siglo más tarde. Es increíble en qué medida estas cosas no cambian”.
Miéville nació en Norwich en 1972, pero se mudó a la capital cuando era pequeño, después de que sus padres se separaran. Sus primeros recuerdos son de Londres, que domina su trabajo: “Siento que Londres me habita desde una edad muy temprana, tanto como viceversa”. Todavía vive en el mismo pedazo del norte de Londres donde creció con su madre, una maestra, y su hermana menor. Su padre murió cuando Miéville tenía 19 años; después de la separación, sólo lo vio un puñado de veces, que le dejaron recuerdos “raros y que me confundían”.
Las pasiones de Miéville cristalizaron pronto: “Desde que tenía dos años, amaba los pulpos, los monstruos, los edificios abandonados. . . A uno le preguntan, si está en el tipo de cosa en que estoy, cómo te metiste, y mi respuesta es siempre: ¿cómo saliste vos? Si ves una clase de chicos de seis años, todos están leyendo sobre brujas y extraterrestres y naves espaciales y hechizos”. Escribió cuentos y poemas siendo niño, y recuerda “pensar concientemente ‘oh, quizás pueda dedicarme a esto’ cuando tenía 13 años”. Más tarde, “comprendí qué afortunado tenías que ser. Nunca tuve una fe irracional en que esto sería lo que ocurriría”.
Cuando su madre se mudó fuera de Londres, Miéville obtuvo una beca como pupilo en la escuela pública Oakham, donde pasó un par de “años muy infelices “. Después de un año de bache en Egipto y Zimbabwe, obtuvo una plaza en Cambridge para estudiar literatura inglesa, pero al hallar la enseñanza “más bien hermética y abstracta” se cambió rápidamente a antropología. Fue en ese punto en que, intelectual y políticamente, Miéville entró en su terreno. De joven, se había involucrado en las campañas de CND y anti-apartheid; ahora, formalizó su opción por la izquierda con la adopción del marxismo. Siguió una maestría en Derecho Internacional en LSE y un año en Harvard.
A menudo se pregunta a Miéville dónde se cruzan su política revolucionaria y su construcción de mundos fantásticos, pero es muy cauteloso antes de hacer conexiones demasiado fuertes entre ambas cosas. “No estoy interesado en la fantasía o la ciencia ficción como planos utópicos, esa es una idea desastrosa. Hay una suerte de lazo en términos de alteridad… Si uno piensa en los surrealistas, el extrañamiento que intentaban crear era un acto político. Hay alguna sopa compartida en algún lugar de mi cabeza donde cuchareo ambas cosas”.
Su primera novela, King Rat (El Rey Rata), publicada en 1998, era una versión alterada de la historia del Flautista de Hamelin, situada en el mundo de los clubes de Londres, con bajo y batería maldiciendo a través de su prosa. Miéville se siente ahora “extrañamente, afectuosamente avergonzado” por su pose arrogante. La novela se puede leer como un manifiesto de sus obsesiones: Londres, tanto la de todos los días como la arcana; una sensibilidad política radical; y una determinación a resistir los tópicos estándar de la fantasía en los que se siguen misiones, los elegidos completan sus destinos y el mal es derrotado. Iain Sinclair, uno de los héroes de Miéville, encontró en ella una “genuina contribución a la mitología subterránea de Londres”; su madre, leyendo esta historia de maduración en la que las figuras paternales son defenestradas o resultan ser ratas gigantes, observó: “¿Mucha búsqueda del padre perdido?”.
Había estado trazando el mapa del universo alternativo de Bas-Lag por diez años antes de que Perdido Street Station (La Estación de Calle Perdido), un bloque de 900 páginas de fantasía barroca, fuera publicada en 2000. Es un extraordinario mundo que se extiende, impulsado por magia y tecnología steampunk, poblado por humanos, gente-cactus, insectoides, razas anfibias y aéreas, chorreando mitos y monstruos y amenazado por régimenes represivos. Michael Moorcock lo compara actualmente con Gormenghast. “Lo que distingue el mundo inventado de China es la complejidad y el detalle que le da –y la verosimilitud de sus personajes, sean humanos o bichos gigantes”.
En el centro está Nueva Crobuzon, “un coágulo de todas las ciudades que amo en la realidad pero también en la ficción. Londres aparece más que cualquier otra ciudad, pero el Londres literario y refractario tanto como el Londres real… Alguna gente trabaja rigurosamente en un casi darwiniano intento de crear mundos en la fantasía. Yo quería un rigor por detrás, pero empezar con una mescolanza”. Dos tomos aún más gordos le siguieron: The Scar (La Cicatriz), una aventura marítima picaresca en la que la ciudad en el corazón del libro es una comunidad flotante de naves amarradas juntas por piratas; y Iron Council (El Consejo de Hierro), un western con subtexto político en el que un tren secuestrado por revolucionarios se lanza a lo desconocido.
Mientras escribía las novelas de Bas-Lag, Miéville también había estado trabajando en un doctorado en filosofía del derecho y continuaba su activismo de base. En 2001 fue candidato de la Socialist Alliance, y obtuvo poco más del 1% de los votos. “Después del primer gobierno del Nuevo Laborismo, se había vuelto muy claro qué tan duro estaban tironeando al Laborismo hacia la derecha. Era muy importante para nosotros presentar una agenda alternativa”. Diez años después, dice, “encuentro la coyuntura política tóxica, vil y realmente indignante. Pero no creo que haya una contradicción entre ser optimista en política y pensar que vivimos en realmente un mal momento. Todo lo contrario”.
Los libros de Bas-Lag colocaron a Miéville en la primera línea de un grupo de escritores que combinaban elementos de la ciencia ficción y la fantasía con el horror y el pulp, para lograr lo que fue entusiastamente etiquetado como New Weird (Nuevo Extraño): visiones oscuras, urbanas, políticamente conscientes, que rechazaban explícitamente la veta consolatoria y escapista establecida por Tolkien. Para muchos, la fantasía es tipificada por El Señor de los Anillos; Miéville acumuló una furia contra la “pomposidad wagneriana” de Tolkien, “su estrechez de mente y su amor reaccionario por los estatus-quo jerárquicos”, y lo considera “el grano en el culo de la literatura de fantasía” y decidido a “pinchar la pústula”. (Recientemente ha suavizado su posición, en no menor medida porque comenzaron a “pedir en las convenciones que haga ‘lo de Tolkien’, así que he tratado de cerrar la boca al respecto”).
Miéville se volvió “un ejemplo de un momento”, admite ahora. “Para gente que no conoce el terreno, me volví conocido como un atajo de algo interesante que ocurría. Te engañás a vos mismo si pensás que todo se debe a tus innatas y maravillosas dotes”. Sin embargo, desde el principio de su carrera, también la corriente literaria principal le prestaba atención, aún si a veces era sólo para descartarlo. Para su número de 2004 sobre los Mejores Novelistas Jóvenes Británicos, el editor de la revista Granda, Ian Jack, registró a Miéville como “un extraordinario escritor de fantasía oscura”, pero no llegó a incluirlo en la lista.
Desde la época en que Miéville comenzó a escribir, el esnobismo y las divisiones que asolan las discusiones de género han empezado a debilitarse, como también las líneas entre ellos. “Aunque los géneros pueden ser fantásticamente insulares, hay un montón de excitación tanto dentro como fuera cuando las cosas realmente sangran. Ocurrió con el cyberpunk, y a principios de los 70 con New Worlds. Estamos en un bastante buen momento, donde hay mucho de intercambio y de apertura mental”. Aunque Miéville se siente frustrado por “el interminable, como un dolor en el culo, lamento explícito del género de que nadie nos toma en serio”, admite que aún continúan las miradas despreciativas. “’¿Cuándo vas a empezar a escribir literatura en serio, leer literatura en serio?’… ¿Cuándo fue la última vez que el London Review of Books hizo un artículo sobre la increíble cosa de vanguardia que está ocurriendo en la ciencia ficción?”.
Un reciente desarrollo en el debate sobre géneros es la creciente discusión sobre la “lit-fic” como género en sí mismo. Como John Harrison, otro de los héroes literarios de Miéville, escribió recientemente en su blog (en ingles), “Cuanto antes la ficción literaria (lit-fic) reconozca y acepte su identidad genérica, antes podrá recibir ayuda”. Miéville concuerda de corazón: “Amo los géneros; creo que son fascinantes. Mi cuestión con la lit-fic no es que sea un género sino que a) no cree que lo es y b) cree que es ipso facto mejor que todos los que son géneros. La ficción literaria de ese tenor –insular, hermética social y psicológicamente, neuróticamente auto-congratulatoria en cierto ambiente, disociada de cualquier extrañamiento o fricción estética a contrapelo— está en mal estado”. Miéville señala a la novela Saturday (Sábado) de Ian McEwan, situada alrededor de una marcha contra Irak en 2003, como el”momento paradigmático en la crisis social de la lit-fic “.
“A principio de los 2000, hubo un increíble florecimiento del enojo y la excitación… Me parece que Saturday, más bien de forma díscola, dijo ‘ok, ustedes nos acusan de una obsesión neurótica con la insularidad y un cierto ambiente. Voy a tomar el acontecimiento político más extraordinario que ha ocurrido en Gran Bretaña en cualquier cantidad de años y, obstinadamente, voy a interiorizarlo y despolitizarlo con cierto tipo de prosa límpida… Era una novela combativa que fue al encuentro de la sensación de que había una crisis y negó esa crisis mediante su absoluta fidelidad a cierto tipo de tópicos genéricos”.
Después de una novela infantil, Un Lun Dun, basada en un fantástico Londres alternativo, The City and the City (2010), un enigma existencial en torno de un asesinato ubicado entre dos ciudades opuestas del Este de Europa que ocupan el mismo espacio físico, jugó con una nueva tradición de género: el policial. “Lo gracioso es que para ser mi libro menos fantástico, nació de una idea muy de género: una ciudad habitada por dos especies diferentes, uno de ellos un grupo de gigantes que tenían un tamaño tres veces más grandes que los demás. Debías tener una concatenación de edificios completamente diferentes en la misma ciudad. Eso me llevó a pensar acerca de las ramificaciones políticas de dos comunidades completamente diferentes viviendo juntas. Lentamente, lo fantástico empezó a desangrarse y quedó lo sociopolítico”.
La novela provocó comparaciones con Kafka y Philip K Dick por su exploración de la autoridad arbitraria y la desorientación individual, y ha sido leída como una alegoría sobre ciudades divididas como Jerusalén y Berlín, así como la cotidiana ceguera voluntaria de la vida moderna. Margaret Atwood consideró al libro como “una metáfora intrincadamente detallada de cómo vivimos hoy –ignorando lo que está justo enfrente de nosotros pero permanece ‘invisible’ porque elegimos no verlo”.
El libro había sido concebido como una novela policial en parte como un regalo para su madre, fanática del género detectivesco. Miéville escribió el primer borrador a lo largo de la larga enfermedad de ella, primero con cáncer de mama y luego con leucemia, un extraño efecto colateral de la quimioterapia utilizada para tratar aquel. Su muerte, en 2007, a la edad de 58 años, lo golpeó muy duro.
Si The City and the City marcó una nueva dirección, con una prosa más parca y un tono más sombrío, Kraken, publicada poco después, “se sintió como el fin de algo”. Miéville describe el libro, una tumultuosa mezcla de tradiciones de Londres, cultos mesiánicos y bromas internas de la cultura pop, como “un intento de canalizar una suerte de indisciplinada, agradable exuberancia que sentí que había estado abandonando”. El libro se abre con la desaparición de un gigantesco calamar del Museo de Historia Natural. “Realmente hay un calamar gigantesco preservado allí. Cuando escuché que lo tenían, perdí completamente la cabeza, como fanático de los cefalópodos. Lo sentí como un mito embotellado en esa habitación. Así de impactante”. Comenzó con el calamar, pero enseguida “se sintió mucho como un homenaje a todo aquello en lo que podía pensar. Es probablemente el libro más caprichoso que podría escribir”.
Embassytown es una bestia mucho más limpia, más alineada con la corriente: Miéville sabía que, esta vez, quería crear un universo de ciencia ficción para dar un vehículo a sus ideas sobre la lingüística. También se ha dirigido a elaborar una sensación del choque de culturas reteniendo información antes que haciendo espuma con descripciones barrocas. “Una de las cosas que me gusta acerca de la ciencia ficción es no saber qué está pasando. Nada quebrará mi teratofilia (Ndt: amor por los seres monstruosos), y no quiero que parezca que estoy abandonando a los monstruos, pero es muy deliberado que en el libro las descripciones de los extraterrestres sean muy nebulosas. Se trata de meterse en las palabras mismas, dado que todo el libro es acerca del lenguaje y la significación”.
Además de ser “neuróticamente acerca del lenguaje”, arrojando un montón de bromas sobre la academia y la lingüística, Embassytown es un sincero homenaje a sus predecesores en la ciencia ficción. Miéville insiste en que “nunca renunciaría a mi tradición de género. Ocasionalmente, la gente dice ‘pero vos no sos realmente ciencia ficción, te estás escapando del género’. ¡No, realmente! Sé que está dicho con buenas intenciones, pero prefiero ser un conducto que una excepción”. Para Miéville, como para los fanáticos y críticos del campo de la ciencia ficción, el género es donde se encuentra el pulso de la literatura –las ideas, la emoción. “El proyecto del realmente, el nombre mismo, muestra que no es simplemente desmesurado, es absurdo, ridículo. ¿Qué parte? ¿Sobre qué parte estás siendo realista?”. Cada vez más, Miéville es un lugar para esperanzas de los críticos. Ursula K Le Guin confía, con toda tranquilidad: “Cuando gane el Booker (Prize), toda la estúpida jerarquía colapsará; y la literatura será mucho mejor por ello”.

Publicado originalmente en El Puercoespín.


La apariencia de China Miéville es una parte clave de su aura: alto y fortachón, con la cabeza totalmente rapada y cinco aros grandes en su oreja izquierda, podría bien ser un personaje de sus propias novelas. Recientemente agregó a su imagen corporal un tatuaje grande y colorido en su brazo derecho. Es un monstruo inventado por él mismo llamado skulltopus, un híbrido entre un skull (calavera) y un octupus (pulpo). Como muchos de los monstruos en el mundo de Miéville, el skulltopus es un maravilloso y grotesco invento que satisface a nivel visual, pero también tiene un trasfondo teórico.

En una entrevista por correo electrónico con Miéville (que se encontraba en Boston, promocionando su nueva novela, Embassytown), comenzamos por una pregunta frívola:


¿Nos podrías contar sobre tu nuevo tatuaje?

Es un homenaje a las dos tradiciones de lo fantástico al cual yo me adhiero. El weird [raro] simbolizado por el pulpo y lo Hauntological [una palabra compuesta inventada con la raíz haunt, atormentar o embrujar. ed.] simbolizado por la calavera.

Los considero tradiciones contradictorias que tiran en direcciones diferentes, por lo tanto el skulltopus es una combinación imposible.

Una versión más larga a esta pregunta que explica el tatuaje, se puede encontrar en un ensayo que escribí y que está on line en el siguiente link: http://blog.urbanomic.com/urbanomic/pub_collapse4.php


Hemos estado siguiendo tu blog, rejectamentalist manifesto. ¿Por qué comenzaste a bloguear? ¿Qué función cumple en tu rutina como escritor?

Un lector me regaló el url insistiendo que lo usara para hacer algo. Inicialmente estaba nervioso, pero luego me interesó mucho. ¿Qué función cumple? No lo sé. No tiene ningún lugar en mi rutina, porque no tengo tal cosa. Espero que termine siendo algo propio, irreducible a otra cosa; que tenga un genio y curiosidad propia y vívida y que no sea nada más que el rejectamentalist manifiesto.


Tu reputación se está agigantando merecidamente. ¿Deseas ser famoso? ¿Temes por el efecto destructivo de la fama?

Me siento increíblemente afortunado. Lo único que podría realmente desear es poder escribir a tiempo completo, pagar mi hipoteca con la escritura, y estoy logrando hacer esto. Nunca me olvido de lo extraordinario que es esto. Seguro que codicio, o por lo menos quiero, que me lean tantas personas como sea posible. No creo que codicio la fama como una cosa en sí, pero sí quiero que mucha gente lea los libros.

Hay otros beneficios que son agradables, como tener una plataforma para hacer públicas mis opiniones políticas o de otra índole; y que la gente preste algo de atención. No diría que sea destructiva, lo positivo pesa muchísimo más que lo negativo. Sin embargo, hay aspectos negativos. Las críticas y las expectativas son unas de ellas. Pero sería absurdo y desagradecido de mi parte quejarme. En el mejor de los casos un lectorado más grande le podría obligar a uno mejorar su escritura. Espero que sí. Trabajo con muchas ganas y quiero seguir haciéndolo.


¿Desesperas por la humanidad? ¿Todo esta bastante sombrío?

De ninguna manera. Por cada momento sombrío y desesperante —y en el Reino Unido las cosas están tóxicas y desagradables, a un nivel político, como lo están en tantos otros lugares— hay también, por ejemplo, la plaza de Tahrir. Ese espíritu ahora es como un Bacillus rojo hacía España, y celebro esa infección.

Como pasa muchas veces en estos momentos cuando las cosas están horrorosas, hay muchas cosas inspiradoras. La valentía de los que han cambiado el maligno mundo de la política me deja anonadado. Políticamente soy un optimista. Y no hay contradicción en combinar ese optimismo con la sensación de que vivimos en lo que son, en muchos lugares, tiempos desagradables.

Pero las cosas nunca son de una manera u otra. Se extiende tiesamente con contradicciones políticas. Este es el motivo por el cual los eventos suceden tan precipitada e inesperadamente; y por qué inspiran tanto. Sería zonzo estar relajado políticamente. Estoy muy preocupado y creo que con razón. Pero sería rendirse a la repetida difamación de la humanidad estar sin esperanza y excitación. La desolación y la resistencia parpadean en superposición.


¿Hay un gran trabajo secreto delante de ti? ¿Un Moby Dick o un Finnegans Wake?

Si hay una obra secreta, gran o no, y lo revelo, ya no será una obra secreta. Y con ese cambio de su naturaleza la traicionaría, ¿no cierto? Entonces espero que me perdones, pero tu pregunta contiene la respuesta negativa dentro de ella. Tengo planes. Eso es seguro.


Publicado originalmente en Clarín

1 comentario:

Don Eli dijo...

Esto blog es fantastico!