sábado, 21 de junio de 2008
EL MAGO POR PETER CARROLL
El Mago
Por Peter Carroll
(Traducido por Manon)
Como un maestro de magia, el Adepto tiene alguna habilidad para cambiarse a sí mismo y a la realidad que le rodea a voluntad. La marca de un Mago sin embargo es que él es capaz de mostrar a otras personas cómo cambiarse a sí mismos, en cualquier cosa que deseen a través de la disciplina de la magia. Hay dos tipos principales de Mago genuino, el Mago de Apoteosis y el Mago de Némesis. Adicionalmente está el Hierofante o pseudomago. Cada uno es reconocible por los restos dejados en su despertar.
El Mago de Apoteosis, algunas veces conocido como Arlequín, es típicamente un maestro del disfraz interno y a menudo del disfraz externo también. Frecuentemente una persona de gustos materiales y grandes ademanes, a menudo se distingue a sí mismo en una variedad de empeños humanos, precisamente porque ha logrado la libertad para ser cualquier cosa en el todo. Tal libertad es a menudo ganada solamente después de una tremenda lucha personal para reparar los efectos de un difícil comienzo en la vida. El Mago de Apoteosis enseña animando la emulación y después a menudo finalmente, más allá de este punto con insultos. Su juego, que a menudo no es formulado conscientemente, es aportar un modelo para emulación para su acólitos y quizá después, conducirlos más allá y catapultándolos de vuelta sus propios recursos, cuyos horizontes han sido desgastados en el encuentro. El truco esencial del Mago de Apoteosis es presentar la magia como una fuente de auto confianza sin límites. Si puede convencer a sus acólitos de que ellos son magos capaces de cualquier cosa, tal creencia tenderá a convertirse en auto cumplimiento. El Mago de Apoteosis implica esto a través del triunfo de la voluntad. El Mago de Némesis implica el mostrar que nada es verdad. Ambos aspirar a liberar la imaginación. Ambos son exponentes de un corto y peligroso sendero que es inevitablemente constelado de casualidades y malentendidos. Aunque esto es considerado un pequeño precio a pagar, pues poca cosa hace ganar una completamente más efectiva auto definición.
Los continuos contratiempos, reveses y periodos secos a los cuales la tradición mágica es habitualmente proclive, son debidos a la frecuente aparición de la figura del Hierofante o pseudo mago. El Hierofante siempre se presenta a sí mismo como un exponente representativo de algo más grande que él mismo. Más allá de los múltiples roles, identidades y conductas que una persona puede adoptar, el Hierofante representa un simple modelo como un ideal. Esto es particularmente conveniente para el Hierofante, que no necesita ser un perfecto ejemplo de su propio ideal aunque debe al menos hacer una muestra de ensayo en público. Adicionalmente, como él es quien define el ideal, le es comparativamente fácil aparecer siempre un paso más cerca de ello que sus acólitos. Por supuesto, la mayoría de los Hierofantes son meramente maestros religiosos, que raramente se aventuran dentro de lo esotérico por los potencialmente inmensos costes de fallar en público. Aunque hay restos de una deprimente larga lista de infames Hierofantes o pseudo magos ocultos.
El Hierofante inevitablemente enseña un sistema de magia que o ha ensamblado de piezas o ha heredado. Los más duraderos sistemas son aquellos que son altamente complicados, y de baja efectividad mágica. Deberían además estar rodeados de huestes de exhortaciones banales. Aleister Crowley chapoteó en el modo Hierofante, pero fue un supremo exponente del rol del Mago de Apoteosis. Nadie con algún potencial se adherió a él por mucho tiempo, sino que muchos fueron expulsados para encontrar sus propios senderos. Los escritos de Crowley están liberalmente condimentados con invitaciones deliberadas a la emulación y adoración del héroe, e igualmente sazonados con consejos diseñados para repeler. Sin embargo su efecto nunca ha sido de bastante confianza como la presencia del mago en sí mismo lo era.
El sendero de la Apoteosis es solitario, difícil y peligroso. Tal mago debe ser todas las cosas para todos los hombres y mujeres. Como una cuestión de política, él puede estar continuamente comprometido en desafiar los límites de lo que es socialmente aceptable. Él puede tener que recurrir a argucias para hacerse a sí mismo parecer lo suficientemente grande, para acomodarse a la totalidad de las expectativas que de él tienen sus seguidores. Cualquier verdadera amistad le previene de ejercitar su función en la vida hacia cualquier persona con quien es compartida, y fijará pocas de sus miradas en aquel con el que puede estar completamente abierto. Obtendrá pocos agradecimientos de la sociedad en general, por sus esfuerzos y quizá sólo respeto reticente de aquellos a los que toca. Las recompensas tangibles de este rol son limitadas para aquellos que él puede formar como sus seguidores temporales. El Mago de Apoteosis debe estar continuamente alerta para evitar la reacción violenta de su propio estilo de vida y del de aquellos que están asociados con él. Debe siempre estar un paso por delante de la redada de la policía. Él a menudo tiene un mal final. Notables magos operando de este modo, incluyen Cagliostro, Giodarno Bruno, Paracelso y Gurdjieff.
El Mago de Némesis es una figura rara en el generalmente positivo clima esotérico de occidente. En el este el rol es más común. El Buda histórico con sus normas y restricciones aporta a los acólitos con una ligeramente nueva identidad a la que adherirse. Normas concernientes a la ropa, sexo y dieta son particularmente efectivas. Tales sistemas son indispensables para el Hierofante en su incesante búsqueda de seguidores. Las complejidades de sus sistemas garantizan prolongada instrucción y su comparativa inefectividad mágica asegura que pocos estarán tentados de independizarse. Tales sistemas están diseñados para crear dependencia. Nuevos acólitos son siempre bienvenidos en tales sistemas sin importar su potencial; para que en ausencia de progreso medible, el mero número al menos aporte alguna confirmación positiva.
La Herejía y el Cisma siempre amenazan la posición del Hierofante y al sistema. Los ideales no realistas y medios ineficaces de lograrlos, siempre atraerán crítica y esfuerzos revisionistas. Aún así, si estos pueden ser evitados el Hierofante podría desear las extensas recompensas de sus seguidores, la lucrativa comercialización de su sistema, y quizá la deificación póstuma por lo que vale.
El mago hierofántico frecuentemente hereda los sistemas de los predecesores. El Mago de Apoteosis y el Mago de Némesis raramente tienen sucesores directos, aunque los Hierofantes frecuente aparecen en la escena después y reducen sus trabajos a un sistema. Los pseudo magos superan en número por un gran margen. Sería indecoroso mencionar cualquier ejemplo viviente, mientras haya vida hay esperanza de cambiar; sin embargo, Blavatsky, MacGregor Mathers, Dion Fortune y Franz Bardon aportan ejemplos de pasados Hierofantes ocultistas.
Una simple prueba sirve para separar al verdadero Mago del Hierofante. El falso mago no es nunca capaz de dar una explicación significativa de lo que sus enseñanzas se supone que hacen. Sus justificaciones son invariablemente verbosas, y tautológicas concatenaciones de términos indefinibles.
Una hueste de mezquinos Hierofantes festejan sobre los escombros del trabajo de Crowley sin tratar de expandirse a sí mismos o a sus seguidores. Los trabajos de Austin Spare sin embargo, han sido resistentes en gran medida a la sistematización y la adherencia esclava, pues dejó poco que puediera ser transformado en dogma. Entre Crowley y Spare se ejemplifica la paradoja de lo que es encarar al genuino mago. Hablar y ser malentendido o guardar silencio y ser ignorado. La mayoría, parece haber elegido hablar sabiendo que los trucos del Hierofante son un medio indispensable, pero que estos trucos al final oscurecen el mensaje en sí mismo. La esperanza es llegar a algunas mentes entre tanto.
La Apoteosis del Yo
O la Némesis del Yo
Establecerán al Kia en las alturas
Pero la promulgación que engendra la sistematización
Y la Apoteosis de Otro Yo
Es para los bobos.
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